lunes, 29 de diciembre de 2014

LA HUMILDAD ES LA ÚNICA VACUNA CONTRA EL SÍNROME DE HUBRIS

Solo el denominado síndrome de Hubris explica la noticia de que un presidente autonómico, en plena recesión, gastara 14.000 euros en un viaje para ver el pabellón de su comunidad en la Bienal de Venecia, que a ese viaje le acompañara su mujer, que se quedara tres días y que se alojara en el hotel más lujoso de la ciudad a costa del dinero público de todos sus conciudadaos a los que aseguraba respetar y defender.  Eso o es un tipo con la cara muy dura que por un lado predicaba austeridad y por el otro viajaba a todo lujo y, lo que es más grave,  era capaz de autorizar el gasto de 250.000 euros en el capricho Bienal de su sobrino político a la que acudieron una docena de artistas de los que solo uno era murciano.
El Síndrome de Hubris se refiere a un personaje de la mitología griega que lograba la gloria y “borracho” de éxito se comportaba como un dios, capaz de cualquier cosa. En la psiquiatría moderna se refiere a un ego desmedido. Fue el neurólogo David Owen quien analizó la “locura” que provoca el poder, después de 6 años del estudio del cerebro de los líderes políticos y concluyó: "El poder intoxica tanto que termina afectando al juicio de los dirigentes".
Más tarde el psiquiatra español Manuel Franco explicó así lo que ocurre con los líderes políticos: ”Una persona más o menos normal, se mete en política y de repente alcanza el poder o un cargo importante. Internamente tiene un principio de duda sobre su capacidad, pero pronto surge la legión de incondicionales que le felicitan y reconocen su valía". Poco a poco se transforma y empieza a pensar que está ahí por mérito propio. Todo el mundo quiere saludarlo, hablar con él, recibe halagos de todo tipo. Esta es la primera fase. 

Pronto da un paso más y entra en la 'ideación megalomaníaca', cuyos síntomas son la infalibilidad y el creerse insustituible. Entonces comienzan a realizar  planes estratégicos para veinte años, obras faraónicas, o a dar conferencias sobre temas que desconocen.

Tras un tiempo en el poder, el afectado por este mal, padece lo que psicológicamente se llama 'desarrollo paranoide'. Todo el que se opone a él o a sus ideas, es un enemigo personal. Puede llegar incluso a la 'paranoia o trastorno delirante' que consiste en 'sospechar de todo el mundo' que le haga una mínima crítica, y progresivamente se va aislando de la sociedad. Llega un  momento en que deja de escuchar, se vuelve imprudente, toma decisiones por su cuenta, sin consultar, porque cree que sus ideas son correctas. Aunque finalmente se descubra que son erróneas, nunca reconocerá la equivocación."

Este problema es antiguo, aunque ha evolucionado con el tiempo. La palabra ‘hubris’ proviene del vocablo griego ‘hybris’, que en su significado moderno describe a una persona que, por tener excesiva soberbia, arrogancia y autoconfianza, desprecia sin piedad los “límites divinamente fijados sobre la acción humana. 

También se lo conoce como “el orgullo que ciega”, y hace que la arrogante víctima de hubris actúe de manera tonta y contra el sentido común. Ejemplos de hubris en la mitología incluyen a Ícaro, que se atrevió a desafiar al sol volando directamente hacia él, y al rey persa Jerjes, que ordenó azotar al mar porque una tormenta destruyó sus buques.

Como castigo al "Hubris" está la diosa "Nemesis", que devuelve a la persona a la realidad a través de un fracaso y el fracaso en política suele ser el cese o la pérdida de unas elecciones.

El hecho de que este síndrome sea tan común en política se debe, según este experto, a que "en otros ámbitos es más frecuente que el que esté arriba sea el más capaz, pero en política no es así, porque los ascensos van más ligados a fidelidades. El poder no está en manos del más capaz, pero quien lo ostenta cree que sí y empieza a comportarse de forma narcisista".

La neurociencia no ha encontrado aún las bases científicas que expliquen este síndrome. Además, como reconoce el doctor Franco, "es difícil tratarlo o evitarlo, sobre todo porque quien lo padece no tiene conciencia de ello". 

Sólo el síndrome de Hubris explica que quien ha gobernado una región durante casi 20 años haya llegado a creerse intocable, y rodeado de mediocres aduladores, incluso imprescindible. En dos ocasiones amagó con marcharse y en dos ocasiones encontró excusas para seguir.

Sólo el síndrome de Hubris explica que no le bastase ser un simple eurodiputado en Bruselas. Él debía ser uno de los catorce vicepresidentes del Parlamento Europeo aunque eso haya supuesto quemar muchas balas y cabrear a un buen número de compañeros del grupo popular europeo que, por lo que cuentan, se la guardan. Y explica también que no le bastara con ser un un simple diputado regional cuando renunció a la presidencia de su región para poder presentarse a las elecciones europeas de mayo de 2014.  Obligó al Consejo de Gobierno a nombralo  Comisionado de la región durante dos meses y todo para poder seguir disfrutando de las mieles del alto cargo que no hace cola en los aeropuertos y sigue siendo tratado como un ciudadano VIP con coche oficial y hasta portamaletines.

Sólo el síndrome de Hubris explica que haya acabado viendo conspiraciones por todas partes y negando incluso que "exista corrupción en una región con demasiada corrupción".

Sólo el síndrome de Hubris explica que quien nombra digitalmente sucesor acabe viendo en su criatura a un enemigo a quien descalifica en privado; e interprete como ataques personales medidas políticas de regeneración absolutamente necesarias de quien, sin apenas tiempo de maniobra, intenta mantener a flote un barco que navega sin rumbo claro y lastrado por las decisiones políticas megalomaníacas de su antecesor como la construcción de un injustificado e inncesario aeropuerto por no hablar del tren turístico en proyecto que llevará a los murcianos a Madrid pasando por Cuenca con suerte en 2016.

Sólo el síndrome de Hubris explica nombramientos tan inadecuados como el del diputado Vicente Martínez Pujalte como coordinador de la estrategia electoral o que durante años haya dirigido la cultura y el turismo de la región quien no tiene más méritos que ser el sobrino político del presidente.

La buena noticia es que existe una manera de combatir el síndrome del Hubris y es el ejercicio consiente y metódico de la humildad. La mala noticia es que la curación es imposible mientras se siga embriagado por el poder.

Pero como dice Mariano  ¡¡¡¡Viva el vino. Y los chuches!!!

ANOTACIÓN para los interesados en profundizar en el denomiando síndrome de Hubris: En mayo de 2008, el político y médico británico Lord David Owen publicó un interesante libro titulado “En el poder y en la enfermedad: enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años”. En esa obra, no solo describe algunas de las enfermedades físicas sufridas por varios presidentes a través de la historia, sino también hace una descripción del perfil psicológico de esos mandatarios.

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